islaisla


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sábado, 16 de octubre de 2010

Subes por el sendero agrietado y con escarcha cayendo en la espalda, hace frío los zapatos sin medias duelen en los huesos... algunas aves vuelan tras de ti, establecen círculos, circunferencias perfectas, planas, lisas, angulosas luego con el sol... Caminas en dirección de los libertadores, numerosos buses descienden el frio Apacheta y recuerdas la plaza donde llora una mujer con faldones de colores y blusas con muselina, la piedra blanca... Los días transcurren debajo de aquel árbol en la plaza, plaza que ya no está... que dejo de ser... y los hilillos de la mente te transportan ahora a una sonrisa en alguna laguna con el viento en el rostro, y luego las estrellas por detrás de la ventana del bus que no se cayó, donde no hubieron 12 muertos menos desaparecidos, porque Dios te quiere, porque tienes que arrojar más palabras a numerosos oídos y tiene que ser en la mañana y en la tarde, indicas que se puede saber cuantos amores encontrar en esta vida con el solo hecho de ver algunas líneas en la mano, y explicas no con menos razón acerca de cómo no estar nervioso/a ante un examen... todo se suma en una espiral de tormentosos recuerdos y el incesante rumor del suicidio... duermes, el lecho es caliente y las voces se oyen a lo lejos... Una de la madrugada y no hay luz piensas en escribir, escribes, responden, escribes, nuevamente responden y luego tratas de dormir: sin embargo piensas, piensas mucho en la oscuridad y sus estrellas tan altas, en la noche y su encanto, en los sonidos del agua al bajar, al poner los dedos en ella... vuelves tu lectura a los ojos del desdichado amante homicida y descubres más razones para ignorarlo y seguir con la luz de los días y el constante rumor de la madrugada, son las cinco de la mañana... todos se confunden en estrepitosos ruidos de orquesta y licor matinal...