No es el viento, soy yo...
es el jinete negro en la noche
y su cádaver aún fresco
exhalando humores de tiempos remotos...

En las orillas de esta mesa se extiende un papel
blanco
negro
azul
del color que guste
puesto que soy quien escribe
dejaré que el papel solo
se extienda conmigo...
si fuera ese papel
no dudaría de lo que soy
sería utilizada
sería escrita
numerosos hilos de tinta me recorrerían
o pinceles de neón viajarían por mi cuerpo
todo se envuelve en la niebla
el papel, yo, el papel
olvido las normas
y escribo disparates como esté
dejándome ser papel
o dejándome ser yo.

Los granos de trigo amarillos
extensos, siderales,
me quedo la pena en el costado derecho
y el frío en los minúsculos instantes
no estará ya la tarde angustiada
ni las voces imaginadas
me he marchado
diseminado en una nebulosa de leche
a sentarme en las tardes
y despertar con panes en el desayuno
ahora converso con espíritus en cada esquina
todos los cuervos se quedaron con el frío
y el más alla de mis sueños
esta aquí
a dónde irán los hilos transparentes que me unían al infierno
y las marionetas de hule que juntabamos en las tardes
o el beso de despedida en la frente
todo se adiciona
en el minuto priviligiado
volvemos nuestro pecho lacerado
a los fantasmas anteriores
a la luna con su extrañeza de sonidos eónicos
terminaremos la ruta
los ratones nuevamente correran delante de nosotros
avisorando el claro de luna.

Pero las amo
mis muñecas vacías.

Al atardecer
cuando con ellas llega la noche
y me hago luz en ellas.

Su vestido azul es mi casa.

Al despertar
sus ojos estan ahí
contemplando y esperando
por mis brazos
si las arrojara al olvido
me olvidarían tambien.

Mis muñecas vacías
tienen el horizonte en su mirada de hule
el agua , la canción
la soledad en un minuto
ellas y yo observamos las rojas flores
en cada atardecer...